viernes, 4 de enero de 2013

Los Saúdes.

Del libro Cuentos para después de hacer el amor de Marco Tulio Aguilera Garramuño.


Sus ojos enormes y tristes, sus hábitos simples y plenos de significados, la gran emotividad que imprimen a cada gesto, la misteriosa impresión de ausencia o descuido, la radical soledad que parecen sufrir a pesar de un desamparo que exige a gritos protección, caricias interminables y sin embargo sutiles, hacen que estos asombrosos seres sean llamados saúdes. Es indudable que la palabra misma tiene algo que ver con la portuguesa ‘saudade’, que designa un estado de ánimo muy particular en el que la melancolía es una forma de la felicidad, una especie de reconocimiento y aceptación de que la alegría desaforada es en esencia desoladora. También es fácil hallarle un parentesco con el botánico sauce.

Casi agua, casi aire, casi luz, dijo un poeta al referirse a un árbol tan sentimental. El sauce prospera a orillas de los ríos y crea diminutos paraísos de penumbras suaves. Ningún otro lugar más propicio para el único árbol que recupera de los sueños los instantes más felices. Los sauces blancos tienen hojas claras por el haz y con una suave pelusilla por el envés; poseen una doble cualidad de tersura vegetal y calidez animal, que es compartida también por el saúd, que exige la caricia casi impositivamente y luego se retira ofendido por el contacto. Los sauces de Babilonia, que a veces se confunden con los llorones, tienen ramas largas, flexibles y péndulas, como los seres citados, que se pliegan pero no se quiebran al establecer relación con la realidad.

De la palabra ‘saudade’, tienen los saúdes, el carácter indefinible que impulsó a otro poeta a decir: ‘tem a palavra saudade, tristesa que outra palavra nao tem’. Parafraseando al poeta diremos que tiene el saúde una belleza esquiva que ningún otro ser conocido posee. Pero su belleza no es de un carácter académico que se basa en la simetría de las formas, o de índole romántica, que coloca por encima y más allá de las posibilidades humanas.

El saúde, aunque acaso, existe. No es, por lo tanto, un ente ideal creado por la ficción literaria, por mitólogos de café o por algún poeta feo que canta la belleza ideal para sustituirla por el objeto real. El saúde habita entre nosotros, se mueve, casi imperceptiblemente, entre la fronda cotidiana, y a los ojos de los observadores descuidados, puede pasar por un lunático, un atribulado por la vida o sencillamente un dulzón.

Hay que aclarar un asunto de índole genérica. Aunque la palabra ‘saude’ vaya precedida siempre por el artículo masculino, hasta el momento el único ejemplar hallado ha sido del género femenino. Es posible que también exista la saúd. Qué duda cabe, maxime si al observar la naturaleza, descubrimos que todas las especies, por el simple hecho de que la reproducción sea necesaria, incluyen seres de los dos sexos. Y sin embargo, la contemplación y el estudio prolongado del saúde en cautiverio nos han hecho aventurar la hipótesis de que todos son del sexo femenino, o que si no lo son, por lo menos deben compartir los rasgos fundamentales.

Decir, como lo hacen los saudólogos (no se puede hablar en este caso de biólogos, zoólogos o anatomistas) que la especie está en vías de extinción (como los lemures de la isla de Madagascar, los gerifaltes del Ártico o los tucanes de la selva ecuatorial) es sencillamente absurdo: nadie se ocupa de cazar saúdes por la simple razón de que carecen de cualidades explotables; la ley de la selección natural no los afecta, porque como veremos más tarde, ellos logran adaptarse a prácticamente cualquier medio y dominar a las especies devastadoras. Los saúdes han existido casi caprichosamente a lo largo de la historia de la humanidad y si no se puede señalar los nombres y nichos ecológicos de diez o doce, es porque la saudología todavía no había fijado sus bases científicas. El caso, abstruso sin duda, es que tampoco en la actualidad hay una escuela organizada que impluse los estudios sobre tan extraños seres, ni universidades que lo hayan incluido en sus planes de experimentación. Si hablamos de saudología, por lo tanto, no es porque tal ciencia o disciplina exista, sino porque es necesaria. No se puede precisar con certeza un país, región o territorio específicos que hayan dado una mayor cosecha de saúdes. Los pocos que se han hallado y reconocido, existen en zonas de alta peligrosidad ecológica, donde medran las serpientes venenosas, los grandes carniceros, las aves rapaces e incluso las condiciones de guerra perenne. Es verdaderamente asombroso cómo los saúdes, tan sensibles que llegan a llorar al menor golpe de brisa, que jamás se empeñan en competir con nadie, que triscan sus hierbas tiernas sin molestar a nadie, logran sobrevivir en tales territorios. La única hipótesis plausible sería que los seres agresivos, en el excesivo derroche de actividad, pasan desapercibidos a los saúdes. Es como si vivieran a una velocidad y en una dimensión diferentes. Y a pesar de que es innegable el carácter apetitoso de sus carnes y la tersura verdaderamente frutal de sus pieles y la evidente falta de suspicacias y segundas intenciones, los saúdes, tal vez por instinto, hallan refugio en los sitios más insospechados. No es que se escondan. Al contrario. Es común ver a un saúd en medio de la multitud, contemplando atento la vociferación, tratando de comprender sin jamás lograrlo.

De las cinco familias y veintitrés especies de saudoides (a saber: los poetas, los violinistas, los artesanos de geoditas, los ancianos sentados en mecedoras, las solteronas tras ventanas en los pueblos pequeños, los beodos memoriosos, los desengañados por la vida o el amor, los coleccionistas de artefactos inútiles y estampillas, las malcasadas sin amante y otros que el estudioso de la saudología podrá identificar sin dificultad) solamente una incluye auténticos saúdes. Y de tal especie sólo se ha reconocido y estudiado un individuo. La amplia libertad que nos ceden la ciencia de las hipótesis y el arte de la esperanza nos permite plantear que existen por lo menos cuatro en países de veinte millones de habitantes.

Aunque sea aventurado presentar la descripción de uno solo de los individuos de tal especie y suponer que del caso particular se puede llegar a la generalización, no nos queda otra alternativa. Reunir a cinco o seis saúdes para estudiarlos, además de que sería una empresa en extremo difícil, implicaría riesgos sin fin para la salud de estos entes y cuidados que ni un solo hombre ni un equipo completo de investigadores podrían proporcionar Porque la única posibilidad de mantener en cautiverio a un saúd sin que lo notes es por medio del amor. Amor auténtico, del cual el saúd es fanático y conocedor. Es imposible engañar a un saúd por medio de atenciones calculadas. El saúd sufre mucho. Sufre si no es acariciado constantemente y sufre si no es acariciado con absoluto desinterés. Sufre si es mal acariciado, con torpeza, descuido o premeditación. En realidad, acariciar un saúd es todo un arte cuya maestría no se alcanza jamás. Quien se compromete a cautivar un saúd debe aplicar a ello todas sus fuerzas y toda su vida. Un instante de flaqueza por parte del amante suscita la huida del saúd. Y sin embargo, no hay profesión más absorbente y feliz que la de tener un saúd en casa.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Hey Familia!

No hace muchos días, a propósito del Guadalupe – Reyes (toda la serie de celebraciones que tienen lugar del 12 de Diciembre – día en que se celebra a la virgen de Guadalupe - hasta el 6 de Enero – día de Reyes -) me tocó dar un ‘discurso’ en la cena ‘familiar’ a la que fui invitado de parte de amigos muy cercanos y muy queridos por mí. En este ‘discurso’ - por cierto bastante improvisado, ya que no tenía contemplada esta situación – decía yo que se puede considerar ‘de la familia’ a alguien con quien no se tienen lazos de sangre. Esto último, debo decirlo, suele expresarse a cada momento, en muchas circunstancias, pero más allá de ser un cliché, es interesante examinar la etimología de la palabra, porque resulta curioso que la familia y la comida tengan algo que ver, y siendo así, las palabras que dije en aquellos días de diciembre han cobrado un significado especial para mí.

Para cualquier familia, uno de los momentos más importes es aquel en donde todos los miembros de la familia son convocados, en donde todos se reúnen con alguna finalidad común. Evidentemente, tal momento que más fácil y constantemente podemos identificar es la hora de la comida.

Ahora bien, la pregunta obligada, ¿qué tiene que ver la familia con la comida? pues que ambas nacen del hambre.

La raíz latina de la palabra familia es famel, cuyo significado literal es ‘hambre’. Entonces, un primer acercamiento tentativo a los orígenes de este vocablo, podría establecerse como ‘aquellos que comparten el hambre’.

A pesar de los constantes cambios en los hábitos alimenticios y en los rituales con que día a día nos disponemos a degustar los alimentos, algunas cosas seguirán siendo las mismas por los siglos de los siglos. Ejemplo de ello, es la gran importancia que se le da al hecho de invitar o ser invitados a compartir los alimentos, pues no fácilmente se adquiere tal privilegio. Sentarse a la mesa de alguien implica gozar de cierta confianza, estima y consideración, invitar a alguien a comer es una invitación a formar parte de la familia.

En un banquete familiar se comparte la abundancia o la escasez, lo salado y lo dulce, lo amargo y lo exquisito. Dicho en otras palabras, la mesa en donde se comparte la comida es el lugar en donde todos los invitados sacian su mismo apetito y este mismo significado tiene la familia, pues la familia es el lugar común, el punto de referencia desde donde un grupo de personas apuntan hacia el mismo objetivo, en donde se padece la misma hambre y por lo tanto, en donde también se comparte el mismo pan con el cual mitigar el apetito comunitario.

Así que al final es irrelevante tener o no lazos sanguíneos con los cuales probar el parentesco con alguien, pues antes bien, para sentirse ‘en familia’ es menester sentir la misma hambre.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Ti voglio bene...

 
Siempre me ha agradado la forma en que los italianos demuestran verbalmente el afecto que sienten por alguien cuando dicen ‘ti voglio bene’. Literalmente este enunciado significa ‘te quiero bien’ aunque no entiendo por qué cotidianamente se insiste en traducir esta frase como ‘te quiero mucho’ pues, como intentaré demostrarlo, son dos cosas esencialmente diferentes.
Para comenzar sería prudente preguntarnos qué cosa se nos indica con ‘querer bien’; pienso en primer lugar, que lo anterior sugiere la existencia de una forma de querer adecuada, de querer de la forma correcta; esto implica además lo contrario, es decir que existe un querer defectuoso, mas cabe aquí hacer una precisión. Podría pensarse que la forma opuesta al ’querer bien’ es un ‘querer mal’ sin embargo no es así porque esto indicaría otra cosa que generalmente se podría entender como detestar, aborrecer… El querer, entendido desde su dimensión volitiva, se demuestra en el deseo por algo, no por las malas intenciones que se tengan hacia ese algo (querer mal). En cambio me parece que sí se podría hablar de un ‘malquerer’ en la medida en que se trata de un querer inadecuado, erróneo.
Querer mucho no significa querer bien, del mismo modo en que el exceso de agua, lejos de revitalizar a la planta, la ahoga, la mata: por una abundancia que no puede resistir aún cuando aquella sea de vital importancia para la subsistencia de la planta. De igual manera, el querer mucho puede ser abrumador para quien es querido de esta forma, ‘inundar’ de atenciones al ser querido puede ser satisfactorio en determinado momento pero una vez absorbido lo necesario, se tiene una abundancia incómoda. Llegado este punto es difícil establecer una diferencia justa entre ‘querer mucho’ y hostigar. Esto último es un síntoma del malquerer.
Considero que no sería demasiado relevante escribir sobre el querer poco, pues las consecuencias de esto son de sobra conocidas, de modo que no puede triunfar el amor donde no hay constancia ni entrega.
Si Erich Fromm en su libro el arte de amar propone que, en efecto, el amor es un arte, y que en tanto arte se puede aprender y se puede desarrollar una técnica para amar, veríamos reforzada nuestra tesis de que el querer bien invita a una adecuada forma de ejercitarse a sí mismo en tanto que la técnica proporcionaría las bases para diferenciar un querer bien de un malquerer. Tomemos por caso un ejemplo musical: sería fácil detectar en un conservatorio de música un violín desafinado si entre 10 músicos 9 son profesionales y 1 no; los desfases, el nerviosismo, el desconcierto del principiante lo volverían inmediatamente notorio, su técnica deficiente lo delataría. Por el contrario, los 9 violinistas restantes estarían en condiciones de mostrar sus dotes artísticas ejecutando a la perfección lo aprendido en todos sus años de práctica.
Hasta aquí me parece que se me podrían objetar dos cosas. La primera es referente a la desambigüación entre los conceptos de amor y cariño, en razón de que al parecer los he utilizado indistintamente en el párrafo anterior, y la segunda cuestión concierne a la rigidez que implicaría aceptar la propuesta de Fromm, esto es, a concebir el amor como un arte que es aprendido, regido por ciertos cánones y por ello mismo, rígido. Sobre la primera objeción respondería que ciertamente el amor y el cariño son dos cosas diferentes, sin embargo ambas cosas se implican. El cariño es un modo de ser del amor (así como el ser para Aristóteles se dice de múltiples formas, también el amor se desenvuelve en distintas maneras) el cariño se vuelve entonces requisito y condición para acceder a un nivel más elevado: al amor. Sin amor no hay cariño y sin cariño no hay amor, no hay más.
Sobre el segundo punto, debo conceder cierta rigidez, pero sólo en parte… Creo que ciertamente, cuando se concibe al amor como algo que necesita de una técnica puede entenderse que la libertad y la espontaneidad quedan anuladas, no obstante –y volviendo al ejemplo de los músicos- creo que la misma rigidez donde uno puede ser constante y que muchos conocemos como ‘rutina’ - que yo preferiría llamar ‘hábito’- paradójicamente, presenta la posibilidad de ejercer libremente una originalidad incondicionada del querer bien. Es increíble que los músicos con una cantidad limitada de cuerdas, de teclas o de percusiones sigan creando verdaderas obras de arte, tan diferentes las unas de las otras que tal suceso no pueda menos que sorprendernos. A propósito de los músicos y el amor, Julio Cortázar escribía hacia el final del capítulo 20 de Rayuela: “Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para hacer sonatas…” En el querer bien también tenemos limitantes que nos condicionan, pero en ese condicionar y esa ‘libertad restringida’ nos queda el suficiente espacio para innovar, para ser originales, eso sí, haciéndolo de una manera correcta, queriendo bien. En el arte y la técnica del querer bien siempre queda espacio para el ‘toque personal‘para ese toque que musicalmente hablando, permite distinguir entre una canción de Paul McCartney y otra de Jimmy Hendrix… ambos músicos, ambos rock stars y pese a ello, cada uno tiene su propio estilo.
No es aquí el lugar, ni tampoco mi intención escribir un tratado completo y detallado de las características que ha de tener este querer bien del que tanto he hablado, pero considero que una manifestación indispensable de este tipo de querer es la transparencia. ¿Por qué? porque el que quiere bien, quiere adecuadamente, si se quiere adecuadamente es porque se sabe lo que se quiere, y si se sabe lo que se quiere… se quiere lo que se sabe. Cuando uno tiene claro lo que se quiere, no hay nada que esconder, pues lo transparente no esconde… muestra, y lo hace bien, sinceramente.
En suma, tendríamos que reflexionar un poco más antes de decirle a alguien ‘te quiero mucho’ pues es mejor ‘querer bien’.

viernes, 24 de diciembre de 2010

La retórica mexicana

A huevo

Siempre me causaba gracia (una gracia un tanto malévola para ser sincero) la cara de extrañeza e incomodidad que algunos compañeros extranjeros mostraban cuando nosotros, los connacionales mexicanos nos dábamos a la ardua tarea del albur, y tanto más embarazoso resultaba cuando ellos eran nuestras inocentes víctimas, cual blancas zacatecanas palomas. Como ya se sabe, la retórica fue de gran importancia para la educación de los griegos, entendida aquella como el arte de articular y construir discursos. El alumno formado en la retórica era capaz de construir discursos, pero al mismo tiempo de defender su postura y atacar las ajenas. Alguna vez, confines explicativos, definí a nuestro diálogo alburero como una especie de ‘retórica mexicana’, pues en esencia me parece que cumple si no las mismas, por lo menos metas muy similares a la retórica griega.

El tema, como se sabe, ya se ha abordado hasta el cansancio, desde Octavio Paz hasta Monsiváis, desde especialistas en lingüística hasta Polo Polo, y sin embargo, comparar nuestra peculiar forma de discurso con la retórica griega me resulta ocioso e inevitable.

La educación en el albur comienza desde bien temprana edad, desde que somos chamacos; hago notar que tal educación no es nada fácil, pues en el transcurso, servimos constantemente como chivos expiatorios de aquellos que nos instruyen, cayendo una y otra vez en las complicadas redes del albur.

A los ojos de alguien que no esté familiarizado con el contexto mexicano, el discurso alburero parece un discurso inconexo, sin sentido, algo completamente jalado de los pelos. Arranco con el análisis de un caso típico.

- ¿Quieres un vaso de leche?

- De hecho sí

- ¡una hermana!

- la pelona

- Siéntate, ya estás cansado

- En tu lomo

- ¿Te domo? serás bestia

- Te digo que ya es tarde

- Viejo el cerro y todavía reverdece…

Este es solamente un ejemplo burdo y básico del ejercicio alburero que sin embargo daría para muchas hojas de análisis y discusión, pero para esquematizar lo más posible el caso, sólo quisiera resumir la envergadura del ejemplo en unas cuantas palabras: atención y respuesta inmediata.

Se necesitan ambas cosas para dominar el arte del albur. A diferencia de los griegos, para quienes el vencedor era aquel que públicamente derrotaba a su contrincante en el discurso, y que por ello mismo gozaba del reconocimiento pleno y público de la concurrencia, para los mexicanos, la mayor señal de la victoria es aquella que se da en el silencio, en el sutil asentimiento de la violación verbal que se expresa en el albur; en efecto, poco puede regocijarse quien lanza la frase malévola y es entendida por todos, pues estos saben repeler fácilmente el veneno del discurso malintencionado, en cambio, cuando la misma frase malévola es entendida por unos pocos (o por nadie), estos mismos se vuelven cómplices, testigos y avales de tales expresiones ambiguas, el efecto se maximiza y por lo tanto, el sabor del éxito es aún mucho mayor. Del otro lado ciertamente no hay mayor ofensa que percibir el insulto una vez que ha pasado el tiempo, cuando ya no se está en posibilidad de responder a la provocación, ya sea con palabras o con golpes en el peor de los casos.

Para concluir con esta breve (i)rreflexión, nuestra retórica mexicana es también un ejercicio mental, de vida o muerte, o mejor aún, de chingar o ser chingado. No hay una causa específica por la cual se infiltra el albur en el discurso, la mayoría de las veces es por puro regodeo, y aún cuando el albur se da en la mayoría de los casos por puro afán recreativo, muchas personas prefieren ignorarlo y hacerse de la vista gorda. Los dejo pues con las anteriores consideraciones sobre el tema esperando poder ahondar todavía más en el meollo, pues todavía me da la impresión de dejar de lado temas importantes…

domingo, 12 de diciembre de 2010

071210

“Todo está cumplido”

Juan 19:30

De acuerdo con la RAE la palabra “cumplir” tiene 11 acepciones, mismas que a continuación señalo (en cursivas las palabras que convienen ser retenidas):

1. tr. Ejecutar, llevar a efecto. Cumplir un deber, una orden, un encargo, un deseo, una promesa.

2. tr. Remediar a alguien y proveerle de lo que le falta.

3. tr. Llegar a tener la edad que se indica o un número cabal de años o meses. Hoy cumple Juan catorce años.

4. intr. Dicho de una persona: Hacer aquello que debe o a lo que está obligado. Cumplir con Dios, con un amigo. Cumplió como debía.

5. intr. Dicho de una persona: Terminar en la milicia el tiempo de servicio a que está obligada.

6. intr. Ser el tiempo o día en que termina una obligación, empeño o plazo. U. t. c. prnl.

7. intr. Convenir, importar.

8. intr. Satisfacer la obligación de cortesía que se tiene para con alguien. Cumplir con los invitados.

9. intr. Hacer una expresión o cumplido en nombre de alguien. Cumpla usted POR mí.

10. intr. ant. Bastar, ser suficiente.

11. prnl. Verificarse, realizarse.

La pregunta sería a continuación ¿basta con cumplir años o es necesario cumplir-se uno mismo en los años? Ahora explico esto.

Normalmente, cuando uno felicita a alguien que cumple años, solamente se limita a decir: muchas felicidades, feliz cumpleaños! pero habría que meditar un poco más sobre el asunto. El cumplir años alude a un ‘ciclo completo’ de 365 días, cada vez que eso pasa se dice que uno cumple un año más. Felicitar a alguien por esto desde mi punto de vista, no tiene ningún sentido, puesto que el hecho de que el tiempo simplemente pase en un lapso de 365 días no tiene ningún mérito, nada de especial. Eso no quiere decir que no existan los suficientes motivos como para felicitar a alguien, y no obstante uno no se puede volver necesariamente más sabio, más inteligente, más prudente, etc. en suma, mejor persona en el transcurso de este periodo. Cuando el tiempo solamente se limita a pasar sobre las personas es señal de que los años se van cumpliendo en nosotros; dejan su huella y testimonio en nuestro exterior, lenta, pero efectivamente. En cambio, cuando somos nosotros los que dejamos huella en ellos, cuando podemos decir que ese lapso de tiempo ha valido la pena, entonces, somos nosotros quienes nos hemos cumplido en ellos, en los años. Cumplir con algo implica dos partes, la que cumple y a la que se cumple; cumplir años es un cumplimiento circular porque el que cumple y para quien se cumple es para uno mismo… se cumple con un proyecto, con un pacto íntimo y personal de ser suficiente para sí mismo, de realización interior y de llevar a buen término aquel proyecto a través de lo que hace falta. Cumplir-se en los años, es ante todo un necesario bienestar consigo mismo, es mirar hacia atrás y sopesar la vida presente con lo que hemos logrado en el pasado y lo que tenemos previsto hacia el futuro; hasta ese momento en que dejemos de cumplirnos en los años para cumplir con la vida. Por eso ahora, sugiero que felicitemos a nuestros seres queridos no esperando que los años se cumplan en ellos, sino que sean ellos quienes sepan cumplirse en los años.

domingo, 4 de julio de 2010

Y ese toro enamoraooooo…

Hace ya algunos años me tocó investigar algunas cosas sobre el arte asirio, y comenzando la investigación más confundido que animado, me di a la tarea de clavarme en la summa artis y en cuanta enciclopedia de arte encontrara. Curiosamente, como bálsamo a mi escepticismo crónico, me topé con unas ‘cosas’ que desde entonces me han fascinado: los iamassu (o lamassu, como algunos los llaman).

Estos iamassu son los míticos toros alados que custodiaban la entrada del palacio de Khorsabad. Ustedes se preguntarán ¿qué puede tener de genial un toro con alas? intentaré dar respuesta en las líneas siguientes…

Comencemos con un fragmento en donde el rey Senaquerib narra lo difícil que fue trasladar a estos colosos hasta su palacio: "Grandes toros con alas, de piedra blanca, labré en la ciudad de Tastiate, al otro lado del Tigris, para las grandes puertas, y corté grandes árboles de los vecinos bosques para hacer los carros o armadías que debían conducirlos... Era en el mes del Ishtar, en la primavera, y la inundacion hacía difícil el transporte; las gentes de la escuadra que conducía los toros alados desesperaban ya de llegar a buen término, Con esfuerzo y no pocas dificultades, fueron llevados a las puertas del palacio. "

El rey Aserhaddon (quien por cierto llama a las estatuas Shedi y Lamassi) nos revela en cambio la función que tenían estas singulares estatuas. "La siguiente descripcion de algunas de estas famosas esculturas formaban parte de una inscripcion del rey Aserhaddon. 'El Shedi y Lamassi son propicios, son los guardias de mi paseo real y alegran mi corazón; siempre cuidaran del palacio y nunca abandonarán sus murallas... Hice que las puertas fueran hechas de ciprés, que tiene buen aroma, y las hice adornar con oro y plata, y las hice fijar al portal. A derecha e izquierda de estos portales hice poner a Shedi y Lamassi en piedra. Estan colocados allí para repeler a los malvados" De lo anterior podemos deducir que las estatuas jugaban un rol de ‘protectoras’.

Sin duda, el visitante queda sorprendido con el tamaño de los iamassu porque esto era parte del objetivo de su construcción; sin embargo, su función ‘protectora’ también estaba prevista para repeler a los malos espíritus. "Junto a sus puertas montan guardia silenciosamente unos enormes toros tallados en piedra con cabeza humana y alados. Son imágenes sagradas de los dioses y no dejaran pasar al espíritu malvado."

Cada elemento de los iamassu tiene un significado particular, por ejemplo, las alas del águila, las patas de león, el cuerpo de toro y la cabeza humana, representan en su mayoría, símbolos referentes a la fortaleza, a la inteligencia y la fecundidad –entre otros- que los asirios quisieron sintetizar en estas figuras. Para arroja más luz sobre el tema atendamos a la siguiente cita: "… es evidente que el toro alado asirio es la última evolución del toro mesopotámico. En Sumer, el toro era el animal asociado a Sin, el dios lunar, porque ahí, como en todos los pueblos primitivos, se creía que los rayos del astro nocturno, atravesando las capas del terreno, producían la germinación de las semillas plantadas en el campo. Una vez salido el tallo del suelo, los rayos del Sol, el astro diurno, lo cuidaban como la nodriza al infante, pero la fuerza germinadora estaba en los rayos lunares. Así el toro de Sin, el animal más fuerte, el más masculino de todos los animales salvajes del delta, fue considerado como símbolo del principio germinador por los primitivos sumerios. Se le agregó fisonomía humana barbuda para asociarle inteligencia; se le añadieron alas porque, en los primeros dias del delta, el único fruto, o casi el único, era el dátil de la palmera. Los cereales no empezaron a cultivarse hasta el año 2000 antes de nuestra era. El dátil sirve todavía a los beduinos para hacer pan y fabricar bebidas fermentadas. Siendo las palmeras de diferente sexo, al principio el polen de la palmera macho se llevaba a la palmera hembra principalmente por los pájaros, buitres, águilas y halcones, que, al posarse sobre las palmeras en flor, se cubrían de polen el plumaje y después, despolvoreándose, salpicaban las flores hembras. Debió de observarse, hacia el cuarto milenio antes de nuestra era, que años de abundancia de buitres o águilas correspondían a fuertes cosechas de dátiles, y se consideraron las águilas como agentes del principio procreador. Por este motivo a los toros antropocéfalos se les agregaron alas... Mas tarde se añadió el cuarto elemento para formar el tetramorfos, o sea las garras de Ieón. La diosa de la guerra y del amor, en Sumer lo mismo que en Asiria, era Ishtar, y esta divinidad tenia por animal favorito el león.”

Al remitirnos nuevamente al aspecto 'protector' de estos toros, veremos que sus cualidades -la fortaleza del toro, la inteligencia del hombre, las garras de un león y la capacidad planeadora del águila- serían la envidia de las agencias de guardaespaldas, porque en efecto, el iamassu era el guerrero perfecto a los ojos de la cultura asiria.

Pero hay algo más, y esto es lo que me causa mayor fascinación… se dice, se rumora, cuentan las habladurías heideggerianas que los iamassu todavía se dejan ver en las iglesias, escondidos en algún rincón, esperando ser vistos por un par de ojos atentos.









martes, 29 de junio de 2010

Y sigue la mata dando...

Continuación del Sr. Alguachil, hasta ahora el colaborador más activo y misterioso de MS.

Días esperados, juegos no jugados, compostura desde ahora.

Días después, -Una voz aguda-, cuenta sobre lo que ha sucedido, hace mucho que Enthyya no dirige la palabra a los inquilinos, ellos por su parte han seguido con esa especie de reuniones que al parecer han hecho una amistad más solida. La voz continúa en un tono profundo y desmiente, que lo que paso, hace un tiempo tenga algún efecto de repercusión en el comportamiento de los que habitan la casa, parece que por el momento es muy cautelosa al hablar y su saludo es muy recatado sin tono de conversación. El tiempo transcurre y todos han descifrado mejor lo que cada uno quiere en su vida, mejor aún, ya algunos se tutean más, -Ese, esa, wey, compa, tío, coma, Lic, Arquí, Greñas y el pachon- las mini reuniones de cada ocho días han dejado muy buen sabor, ahí la mayoría se abre y cuenta al calor de las copas lo que le ha pasado y por lo que ha pasado en su vida.

Algunos inquilinos han notado el cambio de comportamiento en otros, el hermetismo que rondaba la casa se ha ido. Ya todos cuentan mejor con la imagen del otro, sin embargo, Enthyya no ha entonado en nada desde el desliz que tuvo en aquella ocasión. Yvertto no comenta absolutamente nada, Enthyya pasa frente a ellos cuando están en una presurosa charla y pasa sin decir absolutamente palabra alguna, dirige un tímido saludo a todos –Hola-, y se retira a su cuarto. Pepe, Enerdo y otros inquilinos han llegado a la conclusión de que Enthyya es linda, no obstante –se cree la muy buena- ante eso Yvertto se ha inmuta y no comenta absolutamente nada –en su pensamiento ronda es bonita pero mamona-.

El pensamiento de Enthyya. No, puede ser ya he visto mucho de todo esto –me purga que me malven-, me atreveré a hablar con ellos y me sentaré ahí donde están sin importar lo que pase, los inquilinos sostienen una de esas reuniones que se han hecho costumbre, es un día lluvioso y gélido, sólo hablan de quién va ir por las cheves y se ponen a jugar a carta mayor. Le toca el turno a Yvertto y el último en sacar la carta es Pepe, revisan quién tiene la carta menor, Enthyya observa todo sin decir nada, no se percatan de que está ahí. Y les dice en voz alta y con una seguridad que asusta a todos lo que están ahí, -Hola a todos, puedo sentarme- la ven de arriba abajo y dicen adelante estás en tu casa, bueno y que están haciendo no pues acá nada mas echando retitas.

Se ofrece Pepe e Yvertto a ir por las cheves –los dos dicen ahorita hay presionar a esa fresita para que beba unos sorbos-. Regresan Yvertto y Pepe los demás dicen vaya ya era hora, me estaba secando. Enthyya se queda con los otros, entre ellos se encuentra Rupert, siguen discutiendo sus conquistas ahí está Conchis y todo empieza por decir quién es quién en cuanto a los ligues. Conchis está totalmente segura de que las mujeres son quienes eligen y Rupert en su pose de galán de feria de pueblo comenta: No creo que la mujer sea la que elija, pues si te das cuenta el hombre siempre es el que se acerca, la mujer está en una idea un poco errada, estoy de acuerdo contigo en que a fin de cuentas la mujer es la que decide u opta por algún hombre. Enerdo dice; ciertamente lo que dice Rupert tiene gran parte de la verdad, pero estoy de acuerdo con lo que dice Conchis no en todo, pues el matiz que sé le da a las cosas es muy particular, cada quien habla de cómo le va en la feria. Habla Conchis comenta que Rupert no está equivocado, empero, todo tiene que ver con el contexto y como se desarrolle un ligue, Conchis le pregunta a Enthyya y tú qué opinas: Enthyya responde pues la verdad no sé qué decir –en su pensamiento ronda, pues ni novio he tenido- y no sé que sea eso de ligar, bueno pero yo opinó que la mujer es quien decide a quien si le da la oportunidad de expresar sus intenciones.

Regresan Pepe e Yvertto, riéndose que pendeja es la de la tienda, nos cobro de menos, Yvertto dice bueno mejor para nosotros podemos beber más, -Ja-jajajajajaja- la risa de ambos es contagiosa, llegan e instalan las cheves bien frías, comienzan destapando 4 caguamas, les sirven a todos lo que están ahí, la plática cesó y alguien da un brindis -ya saben no falta- no continúan abren un nuevo tema de conversación y empiezan diciendo a quién le ha pasado que se para ebrio y cree estar en sus cinco sentidos, y comienza buscando sus cosas para irse. Responde sí es del súper-nabo eso, pero yo creo que ha todos, si nos le ha pasado alguna vez, les tendrá que pasar. Continúan bebiendo y brindando le ofrecen un vaso a Enthyya y responde sí bueno uno espero que no me vaya a emborrachar, ya la cerveza dirá se terminan las cheves y Enthyya se ha tomado dos vasos siente que los ojos le pesan, el cansancio empieza a hacerse presente no sólo en ella si no en todos.

Algunos se retiran a sus cuartos sólo se quedan los que quieren seguir en la batalla. Enthyya se va a su cuarto, y ya en un estado de somnolencia se decide a redactar lo que hasta el momento le ha sucedido. Oh! Qué abandonada he tenido a mi fiel compañera la escritura, ja-ja-ja-ja-ja. Comienza una página diciendo: Qué razón tenía El Diamantón, no estaba de más hablar con los inquilinos de la casa y explorarlos para saber qué es lo que piensan o sienten bien me lo dijo. Diamantón me ha dicho que no debo ser tan hermética he de confesar que cuando estaban hablando del ligue, sentí una empatía muy especial por el Diamantón, sin embargo, Yverrto me sigue llamando la atención –se sigue viendo un poco triste y se desahoga en la bebida-. El Diamantón me confesó algunos de sus sentimientos no sé porque me cuenta todo eso, pero me da mucho gusto que tenga confianza en mí. Los meses corren muy deprisa, no quise continuar opinando acerca del ligue, porque pensé que mis palabras estaban demás, pero hoy antes de salir volví a charlar con el Diamantón y me dijo que le gustaba, lo mejor fue cuando de repente me dio un beso, la forma tan tierna de tomarme de la cara y de confesar que desde que me vio por primera vez, le parecí muy linda, no podía creer nada de lo que me estaba pasando –Nunca pensé que dar un beso, despertará tantas cosas dentro de mí-, aunque he de confesar que estaba muy frígida y no supe qué hacer. El Diamantón no es feo pero no seo que sea la fealdad o la belleza, por decirlo así, cierto es muy grande y un poquito pasado de tamalitos –cinturita-, pero sus ojos son pequeños y lindos -aparte son zarcos-, el tono de su piel no le favorece demasiado, tiene muchas ventajas sobre otros hombres es muy tierno, no es atascado como otros. Pero, eso del beso me dejo sin aliento fue una situación indescriptible que hasta el momento no tengo los adjetivos para calificar lo que sucedió.

Ya un poco pasados de copas los que siguen ahí, empiezan a confesar quién les gusta de la casa. Todos coinciden en que Conchis es la mejor, la que parece tener el mejor cuerpo –mamita-, pero algunos dicen que la cara no le favorece, ciertamente coinciden en que Rosa es la más linda en cuanto a cara y por supuesto, esos ojos enormes –azul turquesa-, el tono de piel trigueña los hace resaltar más, pero esa cabellera muy descuidada y su actitud –Hippie- no van con ella. Ahora, entran en la discusión de la nuevas inquilinas, la mejor en mi opinión es Enthyya, me parece que su actitud –toda pagada de sí- no es muy agradable pero bueno, sé le pasa. Yvertto con un tono de voz displicente, esa vieja es bien –mamila- si está bien, pero no creo que se lleve con la prole, Ja-Ja-Ja, en su rostro se dibuja una cara de desencanto cuando comenta eso, los recuerdos le vienen a la mente y se azota, ya con unos tragos de más, algunas lagrimas se dejan ver en su rostro el recuerdo de su ex está más presente ahora.

Todos se retiran a sus cuartos –chale este wey se corta las venas por su ex, ni pedo cada quién- Yvertto se quedá ahí sólo cavilando lo de su ex, Enthyya sale de su cuarto para ir al baño, lo ve sentado moviendo la cabeza y tiene una libreta en sus manos. Entra al baño, sé lava los dientes, va de regreso a su cuarto y sigue ahí Yvertto, le pregunta ¿Qué haces? El responde con una voz entre-cortada, ¡Nada más aquí! Se acerca hasta donde está él lo ve con lagrimas en las mejillas y le pregunta ¿Por qué lloras?, no por nada, Enthyya dice no se puede llorara por nada y se pone frente a él, se enternece al verle su carita toda llena de lagrimas…

Continuará….. Sr. Alguachil