miércoles, 2 de febrero de 2011

Hey Familia!

No hace muchos días, a propósito del Guadalupe – Reyes (toda la serie de celebraciones que tienen lugar del 12 de Diciembre – día en que se celebra a la virgen de Guadalupe - hasta el 6 de Enero – día de Reyes -) me tocó dar un ‘discurso’ en la cena ‘familiar’ a la que fui invitado de parte de amigos muy cercanos y muy queridos por mí. En este ‘discurso’ - por cierto bastante improvisado, ya que no tenía contemplada esta situación – decía yo que se puede considerar ‘de la familia’ a alguien con quien no se tienen lazos de sangre. Esto último, debo decirlo, suele expresarse a cada momento, en muchas circunstancias, pero más allá de ser un cliché, es interesante examinar la etimología de la palabra, porque resulta curioso que la familia y la comida tengan algo que ver, y siendo así, las palabras que dije en aquellos días de diciembre han cobrado un significado especial para mí.

Para cualquier familia, uno de los momentos más importes es aquel en donde todos los miembros de la familia son convocados, en donde todos se reúnen con alguna finalidad común. Evidentemente, tal momento que más fácil y constantemente podemos identificar es la hora de la comida.

Ahora bien, la pregunta obligada, ¿qué tiene que ver la familia con la comida? pues que ambas nacen del hambre.

La raíz latina de la palabra familia es famel, cuyo significado literal es ‘hambre’. Entonces, un primer acercamiento tentativo a los orígenes de este vocablo, podría establecerse como ‘aquellos que comparten el hambre’.

A pesar de los constantes cambios en los hábitos alimenticios y en los rituales con que día a día nos disponemos a degustar los alimentos, algunas cosas seguirán siendo las mismas por los siglos de los siglos. Ejemplo de ello, es la gran importancia que se le da al hecho de invitar o ser invitados a compartir los alimentos, pues no fácilmente se adquiere tal privilegio. Sentarse a la mesa de alguien implica gozar de cierta confianza, estima y consideración, invitar a alguien a comer es una invitación a formar parte de la familia.

En un banquete familiar se comparte la abundancia o la escasez, lo salado y lo dulce, lo amargo y lo exquisito. Dicho en otras palabras, la mesa en donde se comparte la comida es el lugar en donde todos los invitados sacian su mismo apetito y este mismo significado tiene la familia, pues la familia es el lugar común, el punto de referencia desde donde un grupo de personas apuntan hacia el mismo objetivo, en donde se padece la misma hambre y por lo tanto, en donde también se comparte el mismo pan con el cual mitigar el apetito comunitario.

Así que al final es irrelevante tener o no lazos sanguíneos con los cuales probar el parentesco con alguien, pues antes bien, para sentirse ‘en familia’ es menester sentir la misma hambre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Oooh!
(Sospecho que lo mío no aplica como comentario.)