sábado, 19 de junio de 2010

Algo sobre bioética

Para variar un poco... es un comentario a un artículo que nos envió la Dra. Célida, lo dejo en el blog para promover esto que cada día se vuelve más necesario conocer.

Cuando en las primeras líneas de este interesante artículo he leído que Barak Obama se ha mostrado ‘preocupado’ por las consecuencias éticas de los grandes avances que en los últimos días han sucedido en materia de biotecnología, no deja de parecerme curioso que el presidente de la nación más poderosa del mundo se muestre inquieto por éstas cuestiones éticas cuando su gobierno se ha negado a retirar definitivamente las tropas armadas de medio oriente…

En el artículo se tocan varios puntos de una manera que me parece atinada, es decir, crítica, que intenta crear conciencia de los límites y premisas que el proceder científico actual debería tener en cuenta al dedicarse a su labor.

Como bien se ha dicho, un pensamiento frío, calculador e irreflexivo sólo puede ser consecuencia de una desacralización, o en palabras de Max Weber, un pensamiento así sólo puede ser producto de un ‘mundo desencantado’ cuya aparición ya venía anunciada por Nietzsche cuando afirmaba que ‘Dios ha muerto’ y en tanto que Dios ha muerto, el temor que de él se tenía se ha esfumado también.

Una característica insalvable del tiempo en que vivimos es la constante prisa que todo el mundo padece: para llegar a algún lugar, para hacer la comida, para estudiar, para vivir. Sin embargo esta prisa a la que todos hemos sucumbido no es exclusiva de la vida cotidiana, sino más bien, y ante todo, es resultado de la velocidad vertiginosa en que la ciencia se ha dado a la tarea de alejar cada vez más sus fronteras. Las bases mecanizadas sobre las que el mundo contemporáneo –desencantado- se ha erigido mermaron la capacidad crítica - reflexiva que se necesita para frenar todo aquello que gradualmente nos está llevando a nuestra propia desaparición.

Pensar éticamente en medio del ritmo frenético que los avances científicos marcan, resulta un freno ante este impulso cada vez mayor de seguir destruyéndonos ‘cómodamente’ sin remordimientos. Todo aquello que busque concientizar, que atente contra la producción en masa, contra el ecocidio, contra la locura colectiva es tachado de cursilería, de mera reacción infantil. Todo aquello que no produzca, es algo inútil, y como no hay ‘ciencia de lo inútil’ lo que no se ajusta a los cánones de productividad es desacreditado.

Conocer a la perfección la composición del cuerpo humano implica también saber el procedimiento inverso que nos lleve a su destrucción. Si el señor Venter se empeña en manejar cautelosamente la información tan privilegiada a la que ha llegado, no es por otra cosa que por interés monetario y quizá por soberbia, pero indudablemente muchas de las cosas que se hacen en secreto llevan consigo algo de reprobable, de vergonzoso, que precisamente las hacen ser de esa manera, a manejarse tras bambalinas.

Hoy se dice laboralmente hablando, que el hombre, aquel que trabaja más de ocho horas diarias para mantener una familia, puede ser prescindible, yo me pregunto ¿cuál es el próximo adjetivo, no ya en el terreno laboral, sino en el campo mismo de la vida? ¿el hombre se volverá desechable? ¿será obsoleto?

No permitamos, como lo señala Theodor Adorno, que ‘de la honda a la bomba atómica, el progreso humano parezca carcajada satánica[1]’ Hace falta no perder de vista estas cuestiones que finalmente, nos atañen a todos.




[1] ADORNO / HORKHEIMER, Dialéctica de la Ilustración, Buenos Aires, Ed. Sur, 1969, p.288

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